
Prefacio
Mi amor por los videojuegos de estrategia en tiempo real empezó en mi infancia con el Total War: MEDIEVAL II. Es uno de esos juegos que no sabes exactamente cómo llegan a tu poder pero una vez que lo hacen no puedes soltarlo y se convierte en un clásico personal instantáneo. Recuerdo pasar innumerables horas creando escenarios de batalla de lo más variopintos, experimentos como enfrentar a una cantidad absurda de tropas débiles contra una cantidad absurdamente reducida de tropas muy poderosas para ponerlas al límite. Recuerdo querer probar cada una de las distintas unidades que el juegos ponía a mi disposición para saber exactamente qué hacían y disfrutar simplemente con la espectacularidad de verlas interactuar en una batalla a gran escala.
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