Cuando apenas tenía 10 años, recuerdo claramente como entraba en los centros de electrónica a mirar aquella pila de videojuegos que me parecían imposibles de adquirir. Recuerdo como mi método de selección era por su portada y su contraportada; si me interesaba lo que ponía y leía, me parecía una compra asegurada. Ahora bien, poco a poco empezaron a aparecer medios especializados que me hablaban de esos juegos que solo podía mirar (en todo caso llorar muy y muy fuerte a mis padres para que se dejaran una pasta en eso que para ellos era el demonio). Y con ello se abrió, un poco solo, la veda de la información.
Recuerdo como aquel modo de ocio me parecía tan hermético y cerrado. Con compañías que parecían prácticamente mitos. ¿A quién no le hubiese gustado poder decir a Capcom que UN Squadron nos pareció la polla y queríamos a toda costa una segunda parte? Por ejemplo. Con el auge de Internet y la llegada de los nuevos medios (redes sociales, medios digitales) esta barrera se ha roto, pero se ha roto dejando entrar de todo, desde apasionados hasta aburridos. ¿A dónde quiero llegar con esto? Pues que esta tendencia de «acceso ilimitado a todo» se ha propagado en los videojuegos. Si antes simplemente nos limitábamos a comprar aquello que una compañía publicaba, ahora somos valedores de muchos de los juegos que se publican con plataformas como Kickstarter o Steam Greenlight. Ahora cualquier persona tiene acceso a herramientas de creación de juegos y solo su talento hace que un videojuego sea posible. Si ofreces algo interesante, la gente creerá en tu trabajo.
Luego está la tercera opción, los estudios especializados sobre creación de videojuegos que tan de moda están, y tan caros son. Ahora cualquier persona puede publicar su juego que en muchos casos, se tratan de trabajos finales de carrera, como Nihilumbra (UPC) o Path of Shadows (UPF). Claro que, abrir la puerta de forma indiscriminada al desarrollo de videojuegos no asegura el éxito; se está saturando el mercado indie y por contra, las producciones AAA son más y más costosas, con un montón de tecnología al alcance de muy pocos, dejando a los chavales en una burbuja aislada y peligrosa. El caso de Toren, un juego creado por un grupo de estudiantes brasileños, es como otros tantos trabajos finales de carrera (aunque éste no es el ejemplo, un poco quizás). Otro claro ejemplo de cómo se ha dejado la puerta abierta a todo tipo de ideas y propuestas, sin filtro alguno, con sus pros y sus contras.