Todo empezó con títulos como The Stanley Parable, Gone Home o Dear Esther, primer juego – por cierto – de los creadores de este Everybody’s Gone to the Rapture. Se trata de un género alabado y criticado a partes iguales. Por una parte, tenemos a los puristas del videojuego, que no entienden como algo se le puede llamar juego sin jugar. Argumento totalmente entendible. Sin duda es una verdad como un templo. Por otro lado tenemos a ese grupo de gente “devoralibros” que adoran las buenas historias, importando bien poco cómo la presentan. Este título tiende más por la segunda opción, aunque tiene elementos propios de un videojuego, no en el estricto sentido del gameplay, todo sea dicho pero sirve para buscar el equilibrio entre ambos frentes.
Para mí ha sido todo un reto, una aventura. Y es que como ya he comentado, soy partidario de la acción directa, sin contemplaciones, sin florituras. Así que cuando me llegó el juego me sentí un poco abrumado y reticente a la idea de creer que solo voy a leer una historia y no voy a jugar a absolutamente nada, pero algo dentro de mi decía que tenía que jugar antes que hablar y entender todo este movimiento ungame y walking simulator que tanto se usa.