Hay juegos que te hacen comprar una consola o un dispositivo. En mi caso, una de las sagas que me pierde por completo es Dance Central, ya que por ella me compré Xbox 360 y Xbox One con sus respectivos Kinect. Siempre he disfrutado los juegos musicales, pero la saga de Harmonix tiene algo que me apasiona, entre las coreografías, los personajes y lo bien que funciona. Por eso, me apenó que la última entrega fuera Spotlight, que pese a ser divertida, no resultaba estar a la altura del brillante Dance Central 3, ni a nivel de contenido ni de coreografías.
Por eso, me llevé una alegría enorme cuando Oculus Studios y Harmonix anunciaron Dance Central (que llamaré Dance Central VR para no confundirlo con el juego original), una entrega completamente nueva pensada desde cero para la Realidad Virtual, y que acompañaría al lanzamiento de Oculus Quest. Ya tenía pensado hacerme con el visor independiente, pero con esto, no tenía alternativa. Aunque no ha sido el primer análisis que he escrito de Oculus Quest (por mucho que me hubiera gustado), al fin he podido quemar la pista de baile para contaros las bondades del regreso de la franquicia. ¿Preparados para ir a la discoteca más limpia de la historia para bailar como si no hubiera un mañana?