Una de las mejores criaturas de la industria cinematográfica y de la ciencia ficción vuelve una vez más al mundo del videojuego para tratar de resarcirse de su decepcionante aparición de principios del año pasado con aquella aberración llamada Colonial Marines. Un título a todas luces lamentable, jugable y argumentalmente hablando, que se mofaba abiertamente de una de las franquicias cinematográficas más importantes e influyentes de todos los tiempos. La asociación Gearbox y Timegate (realmente nunca llegaremos a saber con exactitud quién hizo qué) nos trajo uno de los peores videojuegos de la pasada generación para una inocente y estafada SEGA que presenció sin hacer nada como echaban por el suelo esta valiosa licencia. Un penoso, apocalíptico e infumable juego que no había por donde coger, basado en un cúmulo de malas ideas y discutibles decisiones, aderezadas con fraudulentas campañas de marketing que engañaban claramente al jugador y que terminaron por echar por los suelos toda la reputación de la criatura creada por el desaparecido H. R. Giger.
SEGA, lejos de tirar la toalla y en una arriesgada decisión, decidió pasar el testigo de la franquicia al competente estudio Creative Assembly (Total War), una desarrolladora que raras veces falla, a pesar de la poca experiencia en juegos de primera persona. Era mucha la responsabilidad y había mucho que perder, sin embargo este estudio inglés no se achantó ante tal desafío y aceptó el duro reto de sacar a la licencia de la tumba en la que el “bueno” de Randy Pitchford la metió.