Después de estar varios meses con PSVR, tengo muy claro que la Realidad Virtual ha venido para quedarse, no como un sustituto de las interfaces actuales, sino como un complemento fantástico. El problema hasta la fecha ha sido que la VR es muy cara, lo que la ha convertido en un mercado muy de nicho. Al fin y al cabo, la opción premium de la VR en PC dispara los precios entre el equipo y el dispositivo, mientras que en PS4 es algo más económico, pero sigue siendo prohibitivo para muchos. Por eso han ido surgiendo diferentes opciones intermedias, como Gear VR, aunque ahí el precio aumentaba por la necesidad de un móvil último modelo; o recientemente con las DayDream de Google, aunque la calidad era muy inferior a la normal con la VR tradicional.
Para cubrir este hueco han empezado a surgir los dispositivos independientes, que funcionan sin ningún tipo de aparato adicional. El mercado está empezando, y aunque todavía no hay muchos visores, su precio sigue siendo algo elevado. O al menos, lo era hasta la salida de Oculus Go el pasado 1 de mayo, ofreciendo una solución destinada al consumo masivo por 219 € en su modelo más básico y 269 € en su modelo con más memoria (64 GB), y sin necesidad de tener un dispositivo conectado al visor para funcionar, siendo necesario únicamente un móvil para inicializar el dispositivo. Tras probarlo durante varias horas, aquí os contamos por qué Oculus Go tiene todas las papeletas a convertirse en la mejor introducción posible al gran público al increíble mundo de la Realidad Virtual.