Los spin-off pueden salir muy bien, al ofrecer una nueva perspectiva para una franquicia, además de atraer a nuevos usuarios. Pero claro, también pueden salir muy mal, si no se equilibra bien los elementos propios de la saga con las nuevas ideas. Esto es algo que han debido de tener muy en cuenta los chicos de Machine Games y Arkane Studios al desarrollar Wolfenstein: Youngblood, la segunda entrega independiente que se lanza tras relativamente poco tiempo tras el último juego principal (el anterior fue The Old Blood, compartiendo la parte de «Blood», al igual que los títulos principales comparten «The New» en sus subtítulos), y que pretende poner patas arriba la franquicia con montones de cambios.
Porque sí, Wolfenstein ha evolucionado mucho a lo largo de la historia, pero desde el actual reboot, la saga siempre ha tenido una esencia muy clara: una historia de Serie B pero bastante profunda y emotiva, a la que se le da mucha importancia; además de una mezcla de mecánicas clásicas y modernas en los tiroteos. Hace nada os contaba qué tal había salido el otro spin-off que ha salido para la VR de la saga, Cyberpilot, y ahora toca volver al París de los años 80 para comprobar qué tal es eso de combatir nazis en cooperativo. ¿Listos para luchar por la liberté, la egalité y la fraternité?
Como decía antes, la trama ha sido un pilar clave de los nuevos Wolfenstein, y por desgracia, en Youngblood es tan importante como el realismo lo es para «A Todo Gas». Han pasado unos 20 años desde el final de la segunda entrega, por lo que ya estamos en unos EEUU que han sido liberados, con varias victorias clave por nuestro protagonista BJ Blazscowicz y el resto de personajes importantes. Sin embargo, aquí dejan el relevo a sus dos hijas, Jess y Soph, que se embarcan en una aventura por París junto a la hija de Grace, Abby, para buscar a BJ tras llevar un tiempo desaparecido. Allí contactan con la Resistencia, y les dicen que tienen que acabar con tres torres nazis (conocidas como «Hermano») para poder seguir la pista real que les llevará hasta su padre.
Fin. Esa es prácticamente toda la trama, estando todo condensado al principio y al final, lo cual es una decepción. Con The Old Blood no me importaba demasiado, ya que era una precuela y servía más como homenaje a los títulos clásicos, pero con su momento interesante a la hora de ver cómo trataban los nazis de ganar la Guerra bajo cualquier concepto, aunque eso involucrara usar a los zombies. Aquí hay algún detalle, pero apenas es digno de mención.
Lo peor es que Jess y Soph son dos protagonistas horribles, y de lo peor de Wolfenstein: Youngblood. El juego nunca llega a explorar a estos personajes, dejándolos casi como caricaturas que solo sueltan frases repetitivas y absurdas, además de hacer gestos propios de crías en los ascensores. Sí, son inexpertas y todo lo que quieras, pero se podría haber explorado más por qué actúan así o cómo han crecido bajo la sombra de unos padres que son héroes, en vez de soltar una simple frase y ya está.
Le estoy dando mucha importancia, porque estamos ante una historia que es canónica, y ya no sé qué nos deparará el futuro de la franquicia. Por un lado, no paramos de escuchar eventos que serían infinitamente más interesantes que los que vemos aquí, pero al mismo tiempo, el final da pie a algo interesante, con que me parece una oportunidad perdida en cuanto a plantear qué esperar del próximo Wolfenstein III.
Si en la forma de tratar la narrativa hay cambios, en las mecánicas hay todavía más diferencias, siendo la mayoría de novedades un paso atrás. La mejor de todo es que ahora podemos jugar toda la aventura en cooperativo, ya que las hermanas Blazcowicz siempre están juntas. Esto es divertido, ya que hay varias mecánicas que refuerzan la cooperación (más allá de lo típico de reanimarse o abrir puertas), como realizar gestos para compartir vida/armadura, o poder marcar enemigos para crear estrategias cooperativas. Lo malo de todo esto es que NUNCA podremos pausar el juego, aunque estemos jugando offline con la IA (que no funciona muy mal, pese a que no es brillante, como la de los enemigos), lo cual me parece bastante absurdo. Al menos, podemos jugar con un amigo si tenemos el «Buddy Pass», aunque éste no tenga el juego, lo cual ayuda mucho a que disfrutemos del juego como se merece.
Este enfoque cooperativo no es el principal cambio, ya que lo que más se nota en Wolfenstein: Youngblood es el enfoque en los elementos de RPG. Sí, por algún motivo, alguien pensó que meter elementos de rol a una saga de acción tan directa como Wolfenstein era buena idea, por lo que tenemos un sistema de subida de niveles, además de enemigos con sus propios niveles y hasta tipos de armadura con debilidades «elementales». Esto provoca que, si no somos del nivel apropiado, un soldado raso nos puede aniquilar de un solo disparo, mientras que nosotros podremos vaciarle un cargador en toda la cara, que apenas se inmuta.
En cuanto a las debilidades, básicamente los enemigos (que ahora muestran su salud encima de sus cabezas) con armadura la podrán tener blanca o negra. Las armas tienen asociado un color, por lo que si disparamos con el arma del mismo color que el blindaje, éste se reducirá mucho más rápidamente. Esta mecánica puede dar lugar a situaciones tan absurdas, como que hagamos mucho más daño con la pistola estándar que con una escopeta a bocajarro. Sí, nos hace ir cambiando de armas, pero me sigue pareciendo una mecánica muy absurda para lo que ha sido siempre Wolfenstein.
A la hora de la verdad, estos elementos de RPG están para una cosa clara: hacer que Youngblood sea un juego como servicio que se alarga de forma artificial. Porque, pese a que al principio nos dicen que tenemos que ir a las tres bases nazis, si lo intentamos, veremos cómo todos los enemigos tienen un nivel tan alto que nos aniquilarán con solo mirarnos, lo que nos obliga a farmear hasta tener el nivel apropiado.
Aquí entra en juego la otra gran novedad: la estructura de misiones y de niveles. En vez de disfrutar de misiones lineales, ahora podremos elegir entre acceder a diferentes distritos de París, que son bastante abiertos, y en los que hay diversas misiones. También tenemos nuestra base, donde aceptar diversas misiones, que en su mayoría son las típicas de «Ve a X lugar y obtén Y objeto/mata a los enemigos/activa este mecanismo». Algunas son más útiles, al abrirnos nuevas vías para acceder a las bases de los nazis, pero la mayoría son morralla para añadir horas de juego artificiales. Es lo mismo que en otro juego de Bethesda reciente, Rage 2, y sinceramente, me fastidia que tantos juegos de la compañía estén adoptando este estilo.
Porque claro, al adoptar este sistema, pueden añadir desafíos semanales o diarios, y hacer que estemos ante un juego como servicio. Pero, ¡sorpresa!, no todos los juegos lo necesitan, y a la hora de la verdad, todos estos cambios terminan por lastrar la experiencia tradicional de Wolfenstein.
El diseño de niveles, al menos, sí me ha parecido bastante bueno. Como desde el principio contamos con un doble salto, las fases tienen bastante verticalidad, notándose la mano de Arkane Studios en este sentido. Con todo, que nos hagan visitar los mismos mapas constantemente, y nos hagan pasar de uno a otro para estas misiones de recadero, me parece horrible y aburrido. Cuando luego entramos en las misiones de asaltar las bases nazis, el resultado me parece más satisfactorio, ya que estos niveles funcionan más como los tradicionales.
Ahora bien, todo se ve «manchado» por el tema del RPG, ya que los enemigos aguantan muchos más disparos que antes (algunos son esponjas de balas), lo que hace que el ritmo cambie bastante respecto a los otros tres títulos de la saga. Incluso Cyberpilot es más fiel en esete sentido, eso que solo pilotamos máquinas en ese spin-off. Otro problema son los jefes finales, que en las tres bases son exactamente el mismo, pero cambiando la debilidad de su armadura y modificando el mapa. Menos mal que el jefe final del juego (otra esponja de balas) es diferente, pero es un problema más a añadir a todos los que presenta Wolfenstein: Youngblood.
La progresión tampoco es que me haya entusiasmado. Las habilidades que desbloqueamos son bastante básicas (¡una es hasta llevar dos armas a la vez!), haciendo que sea muy innecesario tener un árbol de habilidades en vez de un sistema de desbloqueo basado en logros como en los anteriores juegos. Lo que sí está mejor es cómo podemos personalizar las armas, al tener diferentes accesorios que potencian aspectos de las armas, y aunque no sea un sistema muy profundo, funciona mejor que el tema de las habilidades.
He dado muchísima cera al juego, pero al menos mantiene algo que lo sigue haciendo divertido: el gunplay. Reventar nazis de bajo nivel con la escopeta sigue siendo increíblemente satisfactorio, y las armas son tan contundentes como divertidas de usar. Además, hay bastante variedad de enemigos, lo que hace los tiroteos intensos, al tener que priorizar unos blancos u otros. Si no fuera porque las mecánicas de disparo básicas son tan buenas, no habría podido aguantar las 6 horas que he tardado en liberar París (haciendo las misiones secundarias justas, eso sí), ya que eso no se ha modificado lo más mínimo.
Otro aspecto donde no ha habido muchos cambios es en el técnico. El doblaje en castellano sigue siendo excelente, manteniendo las voces de los personajes que vuelven, y la verdad, es algo en lo que Bethesda nunca nos decepciona. La música y los efectos son también excelentes, ahora con tonos de sintetizador muy ochenteros. Los gráficos siguen siendo muy buenos, ofreciendo unos tiroteos muy dinámicos a casi 60 FPS constantes (hay alguna que otra caída), pero con una gran nitidez y una dirección de arte soberbia. Porque sí, ese es otro aspecto donde Machine Games y Arkane Studios siguenso siendo unos auténticos genios. Lo único, en los combates contra jefes finales, solía aparecerme la pantalla totalmente borrosa durante unos momentos, como si fuera un bug que sólo ocurría en estos tiroteos, pero no es algo que me haya molestado en exceso.
Conclusión
Pese a que Wolfenstein: Youngblood no es un mal juego, sí es un Wolfenstein horrible. Todas las mecánicas nuevas que han introducido de mundo semi-abierto y RPG no casan con la filosofía de la saga en ningún momento (es como si ponemos estos elementos en DOOM), ofreciendo una experiencia que no llega a tener la profundidad de otros shooter-RPG, y que espanta a los que nos encanta la franquicia.
Al final, todo parece que haya sido metido con calzador para convertir a Youngblood en un nuevo título como servicio, cuando ni lo necesita ni debería funcionar así. Aunque experimentar no está mal, este experimento les ha salido rana a Machine Games y Arkane Studios, ya que todo se alarga de forma artificial, muchos enemigos acaban siendo esponjas de balas, la progresión de las habilidades no es satisfactoria y hacer de recadero en unos pocos mapas termina por cansar más de la cuenta. Encima, la historia es también excesivamente básica, empeorando por culpa de dos protagonistas que son tan odiosas, que casi preferiría que los nazis ganaran.
Pese a todas estas pegas, el juego sigue siendo sólido gracias a un «gunplay» excelente, y un cooperativo que es rematadamente divertido, que encima podemos disfrutar con cualquiera si disponemos del «Buddy Pass» de la Edición Deluxe. Solo espero que tanto Bethesda como los desarrolladores aprendan de estos errores, para que en Wolfenstein III vuelvan con las pilas cargadas para seguir ofreciendo la lucha contra los nazis que nos merecemos.
Nos consolamos con:
- Poder jugar con un amigo sin que este tenga el juego gracias al Buddy Pass
- El gunplay es excelente
- Niveles que ofrecen bastantes formas de completar las misiones
Nos desconsolamos con:
- Las mecánicas de RPG y el mundo semi-abierto no le sientan nada bien a la saga
- La historia está muy desaprovechada, y las dos protagonistas son horribles
- Alargamiento artificial para que farmeemos en misiones de recadero
- Esponjas de balas que rompen el ritmo de los tiroteos propios de las anteriores entregas
Ficha
- Desarrollo: Machine Games/Arkane
- Distribución: Bethesda Softworks
- Lanzamiento: 26/07/2019
- Idioma: Textos y Voces en Castellano
- Precio: Edición Estándar: 29,99 € - Edición Deluxe: 39,99 €
Deja una respuesta