Uno de los instrumentos que no han terminado de cuajar en Realidad Virtual es el de la batería. Es curioso, porque al fin y al cabo, los mandos pueden hacer de baquetas, pero por algún motivo o por otro, no terminan de clavar este instrumento. El que más cerca ha estado ha sido Beat Arena, aunque al no centrarse por completo en este instrumento, no terminan de explotar al máximo su uso.
Algunos otros juegos han adaptado otra forma de usar la batería, como el divertido Smash Drums. Por eso le tenía tantas ganas a Drums Rock de Garage 51 para Oculus/Meta Quest, y próximamente en Steam. ¿La idea? Trasladar una batería y el género del rock a la VR como ningún otro título hasta la vista. Todo con una estructura similar a la batería de Rock Band de Harmonix, lo que hacía que tuviera muy buena pinta. Al sumarle la idea de luchar contra demonios con nuestro poderío en el rock & roll, sólo se puede decir una cosa: ¿listos para buscar la autopista al infierno?
La mejor batería de la VR
Ya desde el menú inicial, donde tenemos la batería para practicar, notaremos que Drums Rock nos ofrece la mejor batería disponible en la Realidad Virtual. Así de simple. La primera buena idea es que, para agarrar las baquetas, tendremos que cogerlas usando el Grip de nuestra espalda. Así se logra una sensación de que las baquetas son nuestras armas con las que vamos a reventar a las huestes del infierno, y al mismo tiempo, se da una mayor sensación física de tener unas baquetas en las manos. Sí, tenemos un mando que agarramos en la mano, pero al pulsar el Grip, la idea de agarrar algo constantemente es genial.
Cuando después golpeamos la batería, las sensaciones son igualmente muy, muy buenas. Hay una buena vibración para representar que realmente hemos golpeado algo, siendo lo suficientemente fuerte como para ser representativa. Además, hay un buen feedback visual, ya que la parte golpeada tiene un efecto que nos muestra claramente que la hemos golpeado. Son dos detalles clave que hacen que en Drums Rock sí tengamos la sensación de tocar una batería como en Rock Band o Guitar Hero, de una forma que ningún otro juego en VR había podido replicar tan bien.
El tercer buen punto es el diseño de la batería en sí misma. Tenemos dos tambores en la parte central, dos platillos a sus lados, y dos timbales en los extremos. Cada parte tiene un color representativo, siendo importante ir aprendiendo poco a poco qué color representa cada parte de la batería. Gracias a esta estructura, podemos golpear fácilmente cada tambor o platillo sin ningún problema. Lo importante es que esta disposición es más o menos realista con lo visto en una batería auténtica. También tiene el toque arcade de Rock Band, encontrando un gran equilibrio entre realismo y arcade. Es lo que le funcionó a Harmonix, y Drums Rock vuelve a dar con ese equilibrio perfecto.
El Doom Slayer rockero
Todo esto que he comentado lo podemos empezar a ver en el menú principal, pero claro, se termina de asentar a la hora de tocar canciones. Algo clave en VR es cómo representar la partitura de las canciones, y la elección en Drums Rock casa a la perfección con la ambientación: ¡demonios! Cada demonio que vaya acercándose hacia nosotros tendrá un color que representa una de las partes de la batería, y además irá por el mismo «camino» del tambor o platillo de turno. Así que, al ritmo de la música, irán apareciendo los enemigos, y tendremos que ir aniquilándolos tocando la canción.
Es una solución muy elegante que funciona muy bien en VR, además de darle un toque distintivo al juego respecto a otros títulos musicales. Estos demonios podrán venir de forma independiente, conectados con otro de un color adicional para representar que tenemos que golpear dos partes de la batería a la vez, o un demonio gordo para hacer algún redoble. Estos últimos demonios son los únicos que igual dan un poco de problemas, ya que son tan grandes estos bichos, que no podremos ver muy bien qué demonios vienen detrás.
Está claro que «sólo» nos afectará en canciones en concreto en Drums Rock y en las dificultades más altas, donde las notas van más cercanas unas de otras. Aquí sí se premia más memorizar las canciones como tal, y es algo donde hay un ligero margen de mejora. ¿Cómo plantearlo? Igual hacer semi-transparentes a estos demonios o que desciendan algo más antes de llegar a la zona donde el golpe en la batería les afecta, justificado por su mayor tamaño. Pero vamos, es una pega pequeña para unas sensaciones tan sumamente buenas que tendremos a la hora de leer las partituras musicales, y sobre todo, al tocar la batería mientras reventamos a todos los demonios que se nos crucen por delante.
Campañeando que es gerundio
El modo principal de Drums Rock al inicio es claramente el modo Campaña. En él iremos desbloqueando las diversas canciones del juego, pero sobre todo, sirve para que vayamos aprendiendo a jugar. Como ocurre con todos los juegos musicales, al inicio estaremos algo perdidos hasta que nos hagamos con las mecánicas. Es algo típico del género, empezando por dificultades más bajas hasta que nos sentimos más cómodos y nos convertimos en grandes estrellas del rock. Esta transición la facilita una barbaridad esta modalidad, más que en muchos otros juegos musicales.
La estructura es muy simple: tenemos 3 actos, y en cada uno de ellos hay un grupo de niveles/canciones. Para desbloquear cada grupo nuevo de fases necesitamos un número de estrellas determinadas. ¿Cómo conseguirlas? Una nos la darán completando un nivel, y otras dos por conseguir alguno de los dos objetivos adicionales. Éstos consistirán en superar una puntuación en concreto, alcanzar unos «Perfect» determinados, dar X golpes cargados o completar un combo mínimo determinado.
La campaña como tal está muy bien estructurada, al empezar con canciones en Fácil (no se puede cambiar la dificultad), pero subiendo poco a poco a Medio, y finalmente, en Difícil. Por el camino, iremos disfrutando de nuevos temas en diferentes escenarios, pero la gracia son los niveles especiales. Algunos tendrán condiciones únicas, como tocar con una única baqueta, que una nota la tengamos que pulsar golpeando las baquetas entre sí. También puede haber «perrerías» varias como cambiar de posición varios tambores en mitad de la canción o que nos bloqueen la vista de tiempo en tiempo, ofreciendo una gran variedad en el proceso.
Así Drums Rock nos mantiene enganchados a este modo, al mismo tiempo que nos va enseñando a jugar. Sin duda, una de las mejores campañas de un juego musical de los últimos años, que suelen ser una parte olvidada del género, pero que logra ser entretenida (incluso en fácil) y educativa. Al principio, no me veía capaz de acabar una canción en difícil, pero acabé haciendo auténticas virguerías que me hicieron sentir que era el mejor batera de la historia.
¡Queremos un bis!
A medida que vayamos jugando, conseguiremos dinero para desbloquear más y más elementos estéticos. Aquí hay montones de opciones, como nuevas manos (incluyendo algunas demoníacas chulísimas), baquetas, baterías o incluso nuevas canciones. No podremos comprar todo directamente, sino que Drums Rock nos hará ir desbloqueando items en la tienda a medida que vayamos completando objetivos. Obviamente, lo más chulo requerirá grandes hazañas, sirviendo como buena motivación.
¿Y cuánto contenido como tal tenemos para jugar? Por un lado, completar la campaña nos llevará fácilmente unas 5-6 horas, cifra que está realmente bien. Eso sí, Drums Rock sale de lanzamiento con 15 canciones compuestas por el propio equipo de Garage 51, y la canción licenciada «Drink» de «Alestorm». No hay opción de añadir canciones custom, con que sí, el juego se puede quedar algo corto comparado con otros títulos musicales a nivel de contenido.
El tener canciones creadas por el propio equipo hace que, en la mayoría, estemos ante temas que son bastante buenos, pero nada reconocibles. En la parte positiva, tenemos una buena variedad de canciones rockeras, entre temas más cañeros, otros más lentos, unos más ochenteros y demás. Al menos, desde Garage 51 dejan claro que este es sólo el inicio para Drums Rock. Habrá más canciones en camino próximamente, junto a más jefes finales, una nueva dificultad y más opciones de personalización. Sí, aún no lo tenemos, pero es una buena declaración de intenciones de que el juego se va a seguir cuidando durante los próximos meses.
El infierno rockero más vistoso de la VR
Pasando a comentar la parte visual, Drums Rock se encuentra entre los juegos musicales más vistosos de la VR. El estilo artístico cartoon para mostrarnos un infierno de lo más llamativo es genial, y sobre todo, queda realmente bien en las Quest. Los entornos son muy detallados, siendo una delicia tocar la batería en una cafetería que se abre al infierno, en unas alcantarillas gigantescas, o cómo no, rodeados de llamas y esqueletos rockeros. Los demonios son también muy llamativos, ayudando a crear una estética muy única que encaja a las mil maravillas con la estética rockera.
Los efectos sonoros también funcionan muy, muy bien. La batería suena muy bien al realizar los golpes en sus diferentes partes. Los demonios también hacen sus efectos al golpearnos o cuando fallamos un golpe, lo que nos da un muy buen feedback sonoro. Así se complementa muy bien con la música, que suena con una gran calidad, como debería ser en todo buen juego musical.
De hecho, toda esta estética y feedback sonoro nos hará querer fliparnos, lo que cuadra muy bien con la mecánica del golpe cargado. Si lanzamos una baqueta al aire y luego la recogemos, o hacemos que rebote contra la batería, el siguiente golpe nos dará el triple de puntuación. Es un riesgo-recompensa fantástico, ya que si lo hacemos bien, nuestros puntos subirán como la espuma, pero también nos arriesgamos a cortar un combo. Al mismo tiempo, hacerlo supone fliparse a unos niveles extremos, por lo que siempre intentaremos hacerlo por muy complicada que se ponga la canción.
Conclusión
Desde Garage 51 se han estrenado en la VR por todo lo alto con este Drums Rock. Para empezar, se han currado una estética que funciona realmente bien en Quest, ofreciendo entornos llamativos y detallados en los que aprovechar la temática rock a lo grande. ¿Lo más importante? Nos ofrecen la mejor batería de la Realidad Virtual, muy, muy, muy por encima de la competencia. Las sensaciones al golpear los tambores y platillos son fantásticas, pero es al combinarse con las partituras cuando la ilusión de ser unos increíbles bateras es máxima.
Es justo lo que ocurría cuando jugábamos a Rock Band o Guitar Hero, pero trasladado ahora a la VR, sin necesidad de grandes cacharros de plástico, y con una inmersión mucho mayor en la parte audiovisual. Encima, hay una gran curva de aprendizaje gracias a su modo Campaña, ayudándonos poco a poco a mejorar mediante pruebas de lo más variadas.
Por tanto, Drums Rock construye una base que ya le gustaría a muchos otros títulos musicales. Con el futuro apoyo de Garage 51, el juego sólo puede ir a mejor. Al fin y al cabo, su principal pega es la típica en muchas de estas propuestas independientes: el contenido. Lo demás son pequeñeces, que no nos impedirán disfrutar al máximo de un título musical que logra hacerse un hueco en este competitivo género por méritos propios. Preparad las baquetas, que este batera infernal ha llegado para quedarse.
Nos consolamos con
- Increíbles sensaciones al tocar la batería
- Genial curva de aprendizaje gracias al modo Campaña
- Buena variedad de pruebas en la Campaña con sus diversos modificadores
- Visualmente es una delicia, y eso nos anima a fliparnos al máximo
Nos desconsolamos con:
- No hay demasiadas canciones
- Los demonios gordos pueden tapar las «notas» que vienen justo detrás
- Al ser casi todo temas propios, no son nada reconocibles
Análisis realizado gracias a un acceso anticipado al juego gracias a Garage 51.
Ficha
- Desarrollo: Garage 51
- Distribución: Garage 51
- Lanzamiento: 17/02/2021 - Próximamente en Steam
- Idioma: Textos en Castellano
- Precio: 19,99 €
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