Los usuarios de Kinect estamos acostumbrados a hacer deporte, fitness y, sobre todo, bailar. Por el momento, no se nos ocurre pasar miedo con este periférico… ¿o sí? Eso es lo que debió de pensar SEGA a la hora de ponerse a desarrollar Rise of Nightmares, el primer juego verdaderamente hardcore de Kinect. Porque no solo se alejan de minijuegos para adentrarse en un género tan complejo de controlar sin mandos como el FPS, sino que lo hacen en la forma de un survival horror. ¿Nos encantará vivir esta pesadilla sin periféricos o jugarla será una pesadilla de la que hay que despertarse?
La historia, desde el principio, parece sacada de una película de serie B. Controlamos a Josh, un americano con algún que otro problema con la bebida, que está de viaje turístico por Europa junto a su mujer Kate. Mientras están en el tren por Rumanía, una bestia se lleva a nuestra amada y hace descarrilar los vagones, dejándonos completamente perdidos junto a un variopinto (y lleno de clichés) grupo de europeos, entre los que no pueden faltar una pitonisa, militares, viejos solitarios y jóvenes alocados. Como os podéis esperar, son perfecta carne de cañón para que el argumento vaya continuando de cara al objetivo que nos interesa: rescatar a Kate de las garras del loco científico que está haciendo experimentos por la zona. La verdad es que la historia no está demasiado mal, pero lo dicho, serie B en estado puro.
Sin embargo, del juego, lo que importa es la jugabilidad, y hay Rise of Nightmares cumple la mar de bien. Como os hemos comentado más arriba, no se trata de un shooter on-rails como Blackwater o Project Eden, por lo que el movernos por los escenarios será tarea nuestra. Para ello, tan «solo» tendremos que adelantar una pierna para avanzar (cuando más lo hagamos, más rápido nos moveremos), o atrás para retroceder. Para girar, tendremos que mover los hombros en la dirección indicada. De todo el sistema de control, el movimiento es lo más complicado, ya que costará acostumbrarnos a este sistema, e incluso nos costará movernos con toda la precisión del mundo. Esto quedará sobre todo patente cuando intentemos huir de un gran número de zombis que nos han rodeado, o peor aún: para evitar las trampas del escenario. Afortunadamente, el juego sabe de estas limitaciones, por lo que ni las trampas ni los enemigos se comportarán como en todos los FPS para darnos algo de cancha. Además, si vemos que nos cuesta horrores movernos por los niveles, bastará con levantar la mano derecha para activar el movimiento automático, únicamente bloqueado cuando hay trampas de por medio. De esta forma, este problema se suple en gran parte, lo que es un verdadero alivio.
Entrando ya en el combate, solo podemos decir cosas positivas. Al enfocar a un enemigo, podremos golpearle con nuestros puños o patadas para alejarlos. Sin embargo, para hacer daño será esencial coger alguna de las numerosas armas que hay en el juego, como puños americanos, cuchillos, motosierras, tenazas, tubos explosivos o incluso escalpelos. Las posibilidades son enormes, y su uso es francamente intuitivo: si queremos usar la motosierra, haremos como si tuviéramos una entre nuestras manos, para los cuchillos lanzaremos punzadas a diestro y siniestro, y así con todas.
Algo interesante es que estos zombis son mecánicos, por lo que tienen algunas partes metálicas que son indestructibles. Es por ello que tendremos que lanzar los ataques de manera precisa si queremos cortar brazos, piernas o cabezas de la forma más gore posible. Otro aspecto interesante es que las armas se romperán con el uso (salvo una especial que encontraremos bien avanzada la historia y que será mejor que descubráis por vosotros mismos), por lo que constantemente tendremos que cambiarlas si queremos sobrevivir a las oleadas zombis a las que nos enfrentaremos.
El problema de esto es que, tras unas pocas horas, estos combates acaban haciéndose muy repetitivos, ya que lo único que puede variar es el número de enemigos a los que nos enfrentaremos de una sola tacada. Al menos, de vez en cuando habrá varias acciones completamente intuitivas, como abrir puertas, pulsar palancas, agacharse, dar un paso lateral o taparnos los oídos ante malos sonidos son solo unos ejemplos. De esta forma, nos metemos mucho más en la acción, a pesar de que el desarrollo sea lo más básico y repetitivo posible.
Como eventos especiales, hay tanto buenos como malos. Los primeros son los encuentros con una especie de Némesis, que está ciego y solo nos detectará mediante el sonido. Por eso, cuando aparece, nos tendremos que quedar completamente inmóviles, momentos realmente inmersivos y espectaculares. En la parte negativa, están los jefes finales. Son encuentros idénticos a los de cualquier enemigo, pero estos combates duran demasiado para ser algo tan básico con un par de QTE de esquivar dando un paso lateral o agachándonos. El primer minuto hace gracia, pero hacer lo mismo durante más de 20, como que no. Eso sí, en todo momento no esperéis asustaros lo más mínimo, ya que aunque en teoría se trata de un survival horror, los sustos serán prácticamente inexistentes.
Con todo esto, la duración de los 10 actos del juego es de unas 6-8 horas. La cifra puede parecer escasa, pero si tenemos en cuenta los descansos necesarios entre partidas (como juguéis mucho tiempo, acabaréis con los brazos totalmente destrozados, os aviso por experiencia), es una duración más que aceptable. Además, se pueden revisitar los niveles para encontrar todos los elementos ocultos, aunque para ser sinceros, es poco probable por lo poco interesantes que resultan. Para rematar, desbloquearemos una dificultad extra al completar el juego por primera vez.
Técnicamente, el juego es donde muestra su peor cara. Lo único positivo es el filtro para que parezca que estamos en una peli de serie de B, pero es que los gráficos son tan malos, que parece que estamos ante un juego de la generación pasada. La repetividad de escenarios y de enemigos tampoco ayuda demasiado. Con el sonido pasa lo mismo: doblaje al inglés realmente malo y unas melodías muy poco pegadizas. En otras palabras, este malo aspecto técnico casi se carga de un plumazo la gran inmersión que se consigue con la jugabilidad.
Conclusión
Rise of Nightmares, como juego en sí mismo, es un completo desastre. Técnicamente parece de la generación pasada, la historia de serie B, no da nada de miedo y es repetitivo hasta la saciedad. Sin embargo, al empezar a jugar con Kinect, la percepción del juego cambia por completo. La inmersión que se logra al jugar con nuestro cuerpo y sin ningún mando es alucinante, incluso con el torpe movimiento del personaje. Momentos como los combates contra los zombis, quedarnos inmóviles por temor de que el Némesis nos descubra o agacharnos para evitar una muerte segura no se encuentran en ningún otro juego, y ya solo por eso, todos los usuarios de Kinect tendrían que probar este juego.
¿Es perfecto? Ni por asomo. El control todavía se puede pulir más, y el diseño del juego se tendría que mejorar muchísimo para hablar de un gran título. Aun así, es un gran paso adelante en los juegos de Kinect, dando esperanza a que no solo nos encontraremos grandes juegos de bailes o de deportes, sino también hardcore. Puede que tardemos algo en verlos a pleno rendimiento, pero desde aquí aplaudimos a SEGA por atreverse con algo completamente innovador en lo que a Kinect se refiere, y alentamos al resto de desarrolladores a intentar también algo nuevo que nos logre sorprender. Solo así, Kinect se convertirá en un periférico imprescindible como Microsoft nos lo vendió en su momento.
Lo mejor
- El primer juego realmente hardcore para Kinect.
- El control funciona bastante bien.
- La inmersión que se consigue al jugar con nuestro cuerpo y sin ningún tipo de mando.
Lo peor
- Los jefes finales.
- El penoso apartado técnico.
Ficha
- Desarrollo: SEGA
- Distribución: SEGA
- Lanzamiento: 09/09/11
- Idioma: Castellano (voces en inglés)
- Precio: 49.95€
natalia correa says
sabes no puedo encontrar una llave en el segundo nivel donde aparece el doctor y le da un achazo al pelon al final me pide una llave y no la encuentrooo