Square-Enix ha tenido la decencia de apartar, aunque solo sea por un puñado de yenes, su modelo de negocio enfocado a los juegos para móviles y apostar por producto nipón casto y puro para la consola de Sony PS3. Hablamos de Drakengard 3, o Drag-on Dragoon 3 en el país del sol naciente, una saga que pese a no tener un base de seguidores monstruosa, cuenta con pequeños monstruitos fieles, muy fieles a la causa y que apoyan al completo las macabras aventuras que fluyen de la cabeza de su director Yoko Taro, salvo Drakengard 2 en la que solo participó como supervisor de las cinemáticas.
La saga al completo, con Taro o no a la cabeza, nos ha ofrecido un sinfín de experiencias y sensaciones: Desde una historia decadente y de esperanza perdida, a sentimientos fraternales rotos, todo acompañado con sangre, lenguaje soez, criaturas diabólicas, un apartado técnico bastante limitado y una banda sonora espectacular. Es una mezcla extraña y quizás puedas poner cara de póker al leer esto, pero es lo que los fans de Cavia, el estudio (ya desaparecido) encargado de crear Drakengard, Drakengard 2 y NieR, desean por encima de un portento gráfico y unas mecánicas eficientes y completas. Somos un grupo de gente rara que adora la simpleza y linealidad, que somos capaces de romper todos esos prejuicios establecidos y disfrutar de un juego por lo que es y por lo que ofrece.