13 años más tarde, Black sigue siendo el shooter más explosivo de la historia

Black

En la era de PS2, los shooters en consola empezaron a ganar popularidad, gracias al nacimiento de Call of Duty, Halo y otros shooters que empezaban a despuntar para disfrutarlos al máximo con el mando. Sin embargo, mi FPS favorito llegó al final de la generación, en plena transición a la era de PS360, y pocos juegos han logrado superar varios de sus mejores aspectos.

Hablo de Black, el único shooter desarrollado por Criterion Games, los magos detrás de la serie Burnout, con el objetivo de trasladar la locura, frenetismo y destrucción de dicha saga a los tiroteos. Siempre he recordado este juego de culto, pero recientemente he vuelto a jugarlo gracias a la retrocompatibilidad con la Xbox original en Xbox One (también lo podéis jugar si tenéis EA Access), y por suerte, sigue siendo tan espectacular ahora como lo era en 2005. En este artículo quiero decir por qué Black sigue siendo increíble a día de hoy, y por qué la saga se merece una secuela con la tecnología actual.

La historia es cierto que no destaca, con que no me voy a centrar mucho en ella. Formamos parte de un grupo de operaciones especiales, tras una misión que parece haber ido mal. Poco a poco iremos descubriendo qué ha pasado, ya que mediante escenas rodadas con actores de carne y hueso a modo de interrogatorio, visitaremos diferentes entornos completando objetivos típicos de los shooters militares.

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La gracia de Black está en su jugabilidad, ya que al igual que en Burnout la destrucción era clave, aquí ocurre lo mismo. Al apuntar con las armas el puntero podrá ponerse verde o rojo en los casos obvios, además de en negro cuando estemos apuntando a algo explosivo. Esto puede ser un bidón explosivo, coches, depósitos de combustible, etc.

Debido al diseño de los niveles, podremos usar estos objetos explosivos casi en todo momento, para así acabar con los enemigos que nos salgan al paso. Tantas explosiones no solo acaban con los enemigos, sino que afectan también al entorno, destrozando muros u obstáculos para abrir nuevos caminos en los niveles. Es increíble cómo las explosiones siguen luciendo muy bien, gracias a todos los efectos de partículas empleados. Hay un momento en una fase donde tienes que cruzar un campo de minas, y ver cómo revientan las minas poco a poco es espectacular.

El gunplay de Black es excelente, sintiendo el peso de cada disparo, contando con un sonido increíble y atronador. Desde Criterion Games decían que querían ofrecer “porno de armas”, y vaya si lo consiguieron. Puede que a algunos no les guste, pero ver con tanto detalle la recarga de las armas al poner borroso el fondo mientras centra toda la atención en el arma me parece un toque genial. Incluso el indicador de la munición de cada arma se muestra como balas que van saliendo del cargador, otro toque muy particular.

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La campaña como tal no es muy larga, pero es bastante rejugable debido a cómo plantea sus niveles de dificultad. Además de enfrentarnos a enemigos que nos hacen más daño todavía (el juego no es excesivamente fácil, y los puntos de control están bastante separados entre sí), tendremos que completar un número determinado de objetivos secundarios para dar como exitosa la misión. Estos objetivos nos animan a explorar los escenarios hasta el último rincón, buscando cajas fuertes que destruir, planos que conseguir, o el mejor coleccionable de todos: potentes armas que nos facilitan mucho la vida. En una fase puede ser un poderoso revólver con el que aniquilar a los enemigos de un solo disparo (salvo los mini-jefes con la escopeta) o directamente un lanzagranadas, para desatar todo nuestro poder destructivo.

Esto recuerda bastante al clásico GoldenEye, y hace que podamos afrontar de diferente forma cada nivel de dificultad. También viene bien explorar para conseguir botiquines, ya que la vida no se regenera en ningún momento, y de una explosión podemos morir si no somos cuidadosos, por lo que tener una buena cantidad de botiquines es esencial si queremos sobrevivir a los intensos tiroteos.

Algo que me gusta bastante de Black es el sonido. Durante la mayor parte del tiempo no escuchamos ningún tipo de música, dejando que sean los efectos de sonido los grandes protagonistas, y vaya si son alucinantes. Los disparos, las explosiones y todo te hacen sentir en mitad de una gran batalla, teniendo unos efectos de sonido que rivalizan sin despeinarse con los shooters actuales. Luego tenemos momentos importantes, en los que la banda sonora de Michael Giacchino (un compositor increíble que ha trabajado en “Star Trek”, “Perdidos” o la nueva trilogía de “El Planeta de los Simios”), que te pone muy a tono para la epicidad que se avecina.

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Por tanto, Black sigue siendo un FPS que no puedo dejar de recomendar a día de hoy. Me sigue pareciendo increíble que un juego de 13 años tenga una destrucción más espectacular que muchos juegos actuales (los Battlefield y Red Faction son seguramente de los pocos juegos que lo han superado desde que se publicó), con que ponerse a disparar con las potentes armas a nuestra disposición para ver cómo salta todo por los aires es una auténtica maravilla. Por tanto, si tenéis una Xbox One, descargad el juego, que os espera una de las mejores obras de Criteiron Games que se merece una secuela en condiciones para traer la destrucción a un nuevo nivel.

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